Un café literario

La pandemia nos ha cambiado a todos. Que se lo digan a este blog, reflotado después de tanto tiempo. Un día os contaré por qué me fui y por qué he vuelto. O no.

La pandemia ha cambiado también a la Universidad Popular de Almansa, a sus Encuentros Literarios. Desde hace unas semanas, la solución al distanciamiento consiste en celebrar un acogedor café literario que se transmite en directo por YouTube. En la última edición, la del pasado 17 de marzo, fui invitado a participar.

El programa, que se incluye aquí abajo, tuvo dos partes. En la primera intervinieron participantes anteriores en las actividades literarias que se organizan en Almansa. La segunda parte giró en torno al proyecto Una canción, un labio, del que formé parte.

He incrustado el vídeo para que comience en el fragmento en el que se me presenta

Para facilitar el visionado, os dejo aquí un esquema con el contenido del vídeo y os invito a verlo.

00:00:00Francisco López, concejal de cultura, presenta el acto.
00:01:30Amparo Cuenca presenta a los participantes y les agradece su participación.
00:03:25Antonio G. Soler, responsable del café literario, da algunos consejos para que el acto se haga ameno.
00:06:30Cristina Buffoné, desde Italia, cuenta su paso por el taller literario y su actividad literaria durante la pandemia. Después, lee un texto breve sobre sus primeros días en Almansa.
00:15:55Luis San José, desde Majadahonda, comenta su afición por todos los géneros literarios y su reciente interés por la rapsodia. Termina leyendo un poema amoroso.
00:26:00Miguel Ángel Montilla, experto en narrativa oral y cuentacuentos, habla de cómo captar la oralidad mientras se juega a la petanca. Lee uno de sus cuentos más recientes.
00:34:46Cecilio Sánchez, fotógrafo, narra cómo se originó el proyecto de fotopoemas.
00:39:10Sergio Mendoza, también fotógrafo, comenta algunos de sus proyectos y presenta un poema visual sobre Perú.
00:50:43Valero González, músico, jurista y docente, relata cómo se inspiró para componer la banda sonora de Una canción, un labio.
00:58:19Amparo Cuenca interviene para repasar el recorrido que tuvo el proyecto por distintas ciudades, como Madrid, Albacete, Cartagena o la propia Almansa.
01:03:40Juan Carlos Iturra, desde Chile, cuenta cómo surgió su conexión con la poesía y lee un poema suyo. También se sube su fotopoema.
01:15:15Tomás Conde, esto es, el menda, entre nervios explica o explico lo que cuesta escribir sobre el material de otra persona y cómo trató o traté de rescatar una emoción propia que pudiera encajar con el mensaje que mostraban las fotografías.
01:26:48Antonio G. Soler vuelve a intervenir, brevemente, para explicar cómo se eligió el título del proyecto y agradecer a Amparo Cuenca su participación en el fotopoema, ya que fue la encargada de elegir los versos que lo compondrían. A continuación se muestra su fotopoema.
01:32:28Amparo Cuenca cierra el café literario agradeciendo a Cecilio Sánchez que le permitiera poner palabras a su diario de un paciente. Y se sube su fotopoema.
Antes de que hable cada ponente, Amparo Cuenca presenta su bagaje artístico

Para terminar, hay que decir que, de momento, el café literario se está celebrando cada dos semanas, siempre con invitados y temáticas diferentes. Os dejo los enlaces a los otros dos programas (17 de febrero y 3 de marzo) que se han subido hasta la fecha.

Besos y palabras.

Cartel que anunciaba el acto

Ojo, cambio el dominio

Hola:

Desde septiembre, este blog ha cambiado de dominio. Puedes seguir leyéndome y suscribiéndote a lo que escribo en www.elhombrepalabra.com.

¡Te espero!

Besos y palabras.

El mariposario

Solo en Granada he estado en el mariposario.

El tiempo no se veía. La temperatura era estable. La humedad se metía en ti.

Cientos, tal vez miles, de seres alados se multiplicaban en caótica coreografía, pintaban un espacio salpicado de plantas tropicales, arroyos de mentira y terrarios escondidos. Las mariposas revoloteaban felices entre turistas (siempre turistas) que alucinados miraban cómo sus vuelos se cruzaban sin violencia, cómo se posaban sobre los más inverosímiles ángulos, cómo brillaban, cómo se mezclaban en coreográfico caos.

Fui un niño en el mariposario, ahora lo recuerdo.

Estoy deseando volver.

Anagnórisis

Pocas obras literarias que se precien prescinden de un momento de iluminación en el que el héroe, de súbito, se da cuenta. Experimentar con las dimensiones de la fatalidad, de un tropiezo, de la culpa; experimentar con las consecuencias de unos actos que creíamos inocuos, con la relevancia de aquello que pasamos por alto (y la relevancia en sí de la vida); experimentar, en fin, con todo eso de manera primera, de manera profunda, es sin lugar a dudas algo que se queda en el corazón tanto del que escribe como del que lee.

Yo también quería partir de la magdalena de Proust. Al hacerlo, me di cuenta de que también en este lado de la vida hay profusión de errores significativos: aquella decisión errónea, la palabra no pronunciada, el viaje letal, el hijo que nunca tuvo que nacer.

Me llevé la historia a la ciencia ficción porque quería que mi personaje se diera cuenta de algo que, en principio, tenemos vedado los seres humanos de carne hueso. Me llevé al personaje a un territorio difuso, confuso, azul, en el que el momento de aprehensión tuviera una dimensión sideral. Puse tierra de por medio (en la distancia y en el tiempo es más fácil darse cuenta), activé la máquina de soñar y la mente alumbró guerras, gimnasias, eternidades y un cancerbero.

'life can be delish with a sunny disposish', de fusion-of-horizons

He incluido una historia inspirada en la anagnórisis en mi nuevo libro de cuentos, para el que —al parecer— ya tengo editorial.

Invisible

Ahora soy invisible. A sus ojos, lo soy, porque no me miran. Y eso tiene su ventaja: me ha sido concedido el don de observarles, de apreciar sin ningún tipo de interrupción cómo actúan, cómo evolucionan, cómo son. La chica que en primero estaba gordita y miraba siempre con timidez iba esta mañana por estos pasillos cuasivacíos, de fin de curso; sigue gordita pero, a diferencia de entonces, hay en sus ojos un algo seguro, unas chispas como de enamorada. Y yo creo que ama a otra chica. Ella pasa sin darse cuenta (porque soy invisible) de que yo puedo apreciar su madurez sobrevenida.

Fin de curso en la Facultad

Mi alumno de este año también ha cambiado. La primera vez que lo tuve delante era un niño, casi, todavía, con el cuerpecito delgado y los ojos abiertos sobre cada cosa que se cruzaba por su camino, con los ojos abiertos también sobre mí, porque entonces creo que sí me miraba, y hasta me admiraba, qué sé yo por qué razón. Ha pasado el tiempo y descubro cómo ha cogido algo de peso y, sobre todo, cómo ha adquirido una seguridad exultante, aplastante, sin paliativos. Ya no me mira, seguramente ya no me admira, pero yo disfruto de ver cómo él se come el mundo, ahora, ya, con los ojos ávidos.

Soy invisible ahora. Atravieso los pasillos de la facultad como alma en pena, sin que nadie repare en mí, en mis grietas, en mis heridas, mi sonrisa de ayer, mi pantalón nuevo, mi orgullo. Y me viene a la cabeza cuando era yo el estudiante, años ha, en la distancia y en el tiempo, cuando pisaba con fuerza los suelos marmóreos de la facultad de Granada, y todo era primavera para mí y todo era novedoso y frágil y atractivo para mí, y también yo descubría y amaba el mundo recién nacido con los ojos de par en par, con el alma de par en par y de vez en cuando —solo de vez en cuando— sentía pasar a mi lado, en los pasillos, una sombra esquiva, un fantasma o espectro o mentira que quizás me observaba, que asentía y aplaudía la transformación, la deriva inevitable.

Seres invisibles, oh profesores míos, a quienes nunca presté la más mínima atención.