Feliz cumpleaños

Dicen que cayó del cielo. La estrella más brillante cayó del cielo hace hoy cincuenta y nueve años. Dicen eso, y también que, en sus estertores, el astro caído iluminó unas partículas flotantes, invisibles hasta entonces para la humanidad. Fue tanta la admiración y la sorpresa por poder ver aquellas finas motas de paraíso, que los hombres no pudieron evitar pronunciar palabras nuevas, realmente nuevas, nuevas de verdad. Y se crearon de este modo combinaciones imposibles de sonidos que fueron entretejiendo un conjuro de amor. Los ríos comenzaron a llevar un agua distinta, más pura y reluciente, agua que llegó a los lugares más inaccesibles, bañó lo antes yermo, alivió la histórica sed, la histérica sed. Las flores brotaron de los tejados, de las sotanas y de las fraguas. Se vieron pájaros irisados atravesar las nubes y hasta abrirlas con su aleteo mágico. Una tormenta de belleza se hizo presente: los truenos sonaron a beso, el rayo hizo cosquillas y el relámpago fue un bautizo de champán.

Sucedió hace hoy, justo, cincuenta y nueve años. Pero nadie lo recuerda. No aparece en los libros ni se publicó en los diarios… y es normal. Porque hace hoy, justo, cincuenta y nueve años sucedió algo que lo eclipsó todo, algo aún más hermoso y definitivo: nació mi madre.

Las mínimas palabras

En las últimas páginas de El que espera, Andrés Neuman incluye una suerte de epílogo (el autor lo denomina «Epílogo-manifiesto») en el que ofrece a sus lectores una serie de consejos e indicaciones sobre el arte del cuento y del microcuento. Me gustaría resumir aquí lo más interesante de dicha sección, que Neuman titula «Las mínimas palabras».

Para Andrés Neuman, es indispensable que al relato no solo que no le sobre ni le falte palabra alguna, sino también que no le sobre ni le falte ninguna escena. La economía va, pues, más allá del lenguaje y afecta también a la estructura. Y es la estructura, además, lo que distingue un relato breve de un microcuento:

  • El microcuento suele omitir la estructura tripartita (introducción, nudo y desenlace).
  • Se parece tanto al poema como al relato clásico; al primero, por su carácter conciso, intenso, cíclico y su sentido abierto; y al segundo, porque suele albergar algún efecto de sorpresa.
  • Si el relato breve consiste en la desvelación de un enigma, el microcuento sería, copio textualmente, «la revelación de la existencia de dicho enigma».

Creo que siempre es útil aprender directamente de los maestros, y Andrés Neuman es una de las figuras más importantes de este género (y de otros muchos). Tuve la suerte de asistir en Granada a un curso organizado e impartido por él, así que en esta ocasión, como pocas veces, sé muy bien lo que digo.

Dos microalegrías

Puede decirse que este 2011 he empezado con buen pie, al menos, en cuanto al calzado literario.

Los premios y las menciones son siempre bienvenidos, porque te recuerdan de tanto en tanto que lo que haces no lo haces tan mal. Aunque no he podido comentarlo hasta ahora, debido a un primer trimestre literalmente loco en lo laboral, por fin tengo un respiro para el autobombo, que también para eso está el blog de un letraherido.

En enero participé en el concurso Tecnocuento, organizado por Radio 5, con el microrrelato «Cobertura», que tuvo la suerte de resultar ganador de la semana y ganador del mes. El premio en sí es más que anecdótico, aunque tuve la suerte de que se leyera el relato (dos veces) en dos ediciones del programa 5.0; eso sí, el horario de emisión es un tanto peculiar: los miércoles de 01:05 a 02:00 de la madrugada…

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Y en la misma modalidad (¿me estaré convirtiendo en un experto?) he quedado finalista del I Premio de Microrrelatos Temáticos Hipálages, con la obra «Flor en la arena» que será publicada por la Editorial Hipálage en el libro Amigos para siempre. En ambos casos, el envío fue motivado por el Taller Literario en el que participo, dirigido por Lupercalia.

En resumen, dos retazos, dos microalegrías para seguir en la brecha, en la búsqueda, en el camino.