La casa del arte

Tenía veinte años y estaba pasando un verano inolvidable en Salou, una especie de vacaciones pagadas con el sudor de mi frente trabajando en un restaurante de comida tex-mex. Yo era uno de esos que repartían publicidad por la calle, invitando a visitar el local con el reclamo de comer todas las costillas por el mismo precio. As many ribs as you can!

Quizás me crucé contigo aquel verano.

El caso es que, aparte de ser un verano divertido e interesante, conseguí disfrutar de cierta tranquilidad que resultó idónea para escribir la que sería mi primera obra de teatro.

La casa del arte cuenta la historia de cuatro artistas que viven en una especie de comuna donde pueden expresar su arte y a la vez escapar de un gobierno que pretende lobotomizarlos con un chip que les bloquea los pensamientos. Vista desde la distancia, la obra tenía matices orwellianos (y hasta de Matrix, película que fue estrenada en aquella época). No obstante, la idea primigenia se me ocurrió viendo un documental sobre un grupo de artistas israelíes que vivían bajo el mismo techo.

Lo mejor es que tuve la suerte de que se estrenara la obra el invierno siguiente, gracias al director Jordi Martí Miró (@jordimartimiro), quien confió en el proyecto, representado finalmente sobre las tablas del Colegio Ysabel la Católica de Granada.

LA CASA DEL ARTE
Cartel original

Yo mismo tuve que aparecer como actor en el papel de Franz, ya que me gustaba participar en obras de teatro para estudiantes universitarios siempre y cuando las exigencias de la carrera me lo permitieran. Entre el plantel, hay que destacar a un actor profesional de la talla de Álvaro Blázquez (@AlvaroBlazquez_), que interpretó al protagonista, Fósforo. Y otros compañeros y amigos encarnaron al resto de personajes: Iván Zoido, Manuel Trapiello, María Barrios, Miguel Juan Rojas y Begoña Martínez (@minibego). Lo pasamos bien en los ensayos y en el estreno.

Lo que más recuerdo del estreno fue el silencio absoluto del público ante algunas escenas. No existe un silencio como el del teatro.

Todos los actores lograron dar a los personajes matices nuevos y enriquecedores. Resultó tan mágico como el hecho de que el director encontrara claves en las que no había reparado en el momento de la escritura, en este caso la lectura ecologista. De alguna manera unos y otros, junto con el público, son quienes terminaron de escribir la historia que firmé.

Uno de los conceptos más importantes de la obra era el de la mentira. Primero, como contraposición entre vivir una vida de verdad, libre y elegida por uno mismo, por mucho que ello implicara sinsabores o problemas con la justicia, y vivir una vida aparentemente perfecta, sin complicaciones, pero anodina y falsa. Y, segundo, por un giro de guion, que no destriparé ahora.

Me encantaría que alguien la pusiera de nuevo sobre las tablas. Dejo aquí el primer acto y, si estás interesado, ponte en contacto conmigo y hablaremos.

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