Anagnórisis

Pocas obras literarias que se precien prescinden de un momento de iluminación en el que el héroe, de súbito, se da cuenta. Experimentar con las dimensiones de la fatalidad, de un tropiezo, de la culpa; experimentar con las consecuencias de unos actos que creíamos inocuos, con la relevancia de aquello que pasamos por alto (y la relevancia en sí de la vida); experimentar, en fin, con todo eso de manera primera, de manera profunda, es sin lugar a dudas algo que se queda en el corazón tanto del que escribe como del que lee.

Yo también quería partir de la magdalena de Proust. Al hacerlo, me di cuenta de que también en este lado de la vida hay profusión de errores significativos: aquella decisión errónea, la palabra no pronunciada, el viaje letal, el hijo que nunca tuvo que nacer.

Me llevé la historia a la ciencia ficción porque quería que mi personaje se diera cuenta de algo que, en principio, tenemos vedado los seres humanos de carne hueso. Me llevé al personaje a un territorio difuso, confuso, azul, en el que el momento de aprehensión tuviera una dimensión sideral. Puse tierra de por medio (en la distancia y en el tiempo es más fácil darse cuenta), activé la máquina de soñar y la mente alumbró guerras, gimnasias, eternidades y un cancerbero.

'life can be delish with a sunny disposish', de fusion-of-horizons

He incluido una historia inspirada en la anagnórisis en mi nuevo libro de cuentos, para el que —al parecer— ya tengo editorial.

Sistemas de autogobierno que ejecutan transiciones de fase

Hace unas semanas, en el curso de emprendizaje, la profesora sacó a colación el tema de la comunicación instantánea y puso de ejemplo el caso de las hormigas. No pude evitar recordar un artículo de Eduard Punset recogido en Cara a cara con la vida, la mente y el universoun libro excepcional que, además, contiene un importante arsenal de informaciones y datos curiosos para estimular la imaginación. A mí, por lo menos, me sirvió para descubrir un sinnúmero de elementos que se comportan de esta forma en la naturaleza: las células que se mueven todas a una cuando aparece una enfermedad; las bandadas de pájaros, impredecibles, veloces; las moléculas de vodka, congeladas a la vez; la sincronización de los ciclos menstruales en mujeres que duermen bajo el mismo techo; las luciérnagas que emiten luz en el mismo instante o el momento mágico en que aparece la conciencia en el cerebro, por poner solo unos ejemplos.

Hace apenas una semana se ha publicado un estudio que da respuesta a este fenómeno desde el campo de las matemáticas. Lástima. Cuando escribí el cuento (y cuando fue publicado el libro de Punset) este tipo de coincidencias seguía resultando básicamente misteriosas, lo que me llevó a pensar, desde la perspectiva de lo literario, qué pasaría si un determinado grupo de seres humanos empezara a actuar al unísono. Me imaginé la voluntad individual cercenada por la voluntad común, pero no lo consideré desde lo negativo (no, esta vez) sino con una inquietud más bien lúdica. ¡Cuántos grupos existen cuyos miembros parecen obedecer todos al mismo mandato invisible! Qué sensación tan horrenda la de sentir que tus acciones solo tienen sentido en el contexto de las de los otros, de las acciones gemelas que también desarrollan los otros. Y, sobre todo, qué sensación más maravillosa la de recuperar al fin la individualidad perdida. Ante la explicación científica, yo me quedo con lo mágico.

'Flock of birds', de Eugene Zemlianskiy

He incluido una historia inspirada en los sistemas de autogobierno que ejecutan transiciones de fase en mi nuevo libro de cuentos, para el que —dicho sea de paso— busco editorial.

Torre de Hanói

He crecido jugando al parchís, aprendiendo los gestos del mus, perdiendo al póker. He crecido en cada mano jugada hasta el final o interrumpida. He crecido montando una y otra vez los puzles que me regalaron Antes, resolviendo los sudokus, los crucigramas, los jeroglíficos del diario. He crecido entre el pilla-pilla y el escondite, aceptando las reglas de los otros, olvidando el poquino, el pollito inglés, el Monopoly, el tres en línea, el cuatro en raya (¿el cuatro en línea, el tres en raya?). He crecido resolviendo las palabras esquivas del ahorcado.

Cada resolución de un problema es el espejo de la vida en pequeñito. Como en los sueños, utilizamos los juegos como campo de operaciones, para ponernos a prueba, para ensayar las soluciones a los problemas grandes, los del Después.

Aprendí el juego de la Torre de Hanói mientras aprendía el juego de la Tesis. Me pareció el paradigma de las resoluciones de problemas. Un cubo de Rubik matemático, un enigma de lógica, sencillo y hermoso. Como todos esos juegos en que me apoyé en el tierno ajedrez de la pubertad: cuando más necesitados estamos de la seguridad y de la independencia.

'state of Zen' de shioshvili

He incluido una historia inspirada en el juego de la Torre de Hanói en mi nuevo libro de cuentos, para el que —dicho sea de paso— busco editorial.

M. C. Escher

Los dibujos de M. C. Escher son una metáfora de la escritura libre pero precisa, caótica pero lógica pero estrambótica pero real. Si los dibujos de M. C. Escher fueran una historia, esta se alejaría de estructuras aristotélicas, sería una historia sin exposición, nudo y desenlace que, aun así, resultaría comprensible. Los dibujos de M. C. Escher son turbadores, sí, pero también increíblemente actuales, tanto que, más que ancestros, parecen la prole de esta sociedad convertida en un trampantojo, en una macedonia, en un laberinto de causas y consecuencias.

Los dibujos de M. C. Escher son como la memoria: mentirosos y absurdos y hermosos y verdaderos.

Los dibujos de M. C. Escher son como nosotros.

"running escher-ed", de izarbeltza

He incluido una historia inspirada en (los dibujos de) M. C. Escher en mi nuevo libro de cuentos, para el que —dicho sea de paso— busco editorial.

Neocórtex

Parece que la neocorteza o neocórtex es la zona del cerebro que de verdad nos distingue (del resto) de los animales. Aunque, dicho sea de paso, el salto evolutivo no se basa meramente en la capacidad de razonar: leyendo a Antonio Damasio descubres que, más que «pensar, luego existir» (como proponía Descartes), «existimos, luego pensamos».

Lo cierto es que el neocórtex tiene seis capas, nada menos. En esas seis láminas superpuestas cabe el grueso de nuestras decisiones: no solo lo consciente y más o menos elaborado, sino también aquello que surge de la intuición y del duende.

Imagino los pedazos de información atravesando esas cinco fronteras, llevando algo así como una bola de arena que muta a cada paso, que recoge polvo en las tolvaneras y exprime agua cuando el calor incordia: pedazos de información que sin embargo resisten y llegan en esencia a su destino, con un poco de suerte a la palabra.

"Valnöt—Neocortex", de aselundblad

He incluido una historia inspirada en el neocórtex en mi nuevo libro de cuentos, para el que —dicho sea de paso— busco editorial.